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Liberado en Chad el preso más joven de Guantánamo

11 de junio de 2009
Andy Worthington


El largo calvario de Mohammed El-Gharani, el preso más joven de Guantánamo, ha llegado por fin a su fin. Reprieve, la organización benéfica de acción legal que lo representa, informa hoy de que ha sido devuelto a Chad.

El-Gharani, residente saudí y nacional de Chad, sólo tenía 14 años cuando fue capturado por las fuerzas paquistaníes en una redada aleatoria en una mezquita de Karachi, pero fue tratado de forma atroz tanto por los paquistaníes que lo capturaron como por el ejército estadounidense. En un artículo del año pasado, titulado "El niño olvidado de Guantánamo", ofreció una explicación detallada de los malos tratos a los que fue sometido, que condensé para un artículo en enero, cuando expliqué:

    Como en el caso de los 22 menores confirmados que han estado recluidos en Guantánamo, salvo tres, las autoridades estadounidenses nunca lo trataron por separado de la población adulta, a pesar de que están obligadas, en virtud del Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU (relativo a la participación de niños en los conflictos armados), a promover "la rehabilitación física y psicosocial y la reintegración social de los niños que son víctimas de conflictos armados".

    En lugar de ello, El-Gharani fue tratado con una brutalidad atroz. Tras ser torturado bajo custodia pakistaní, fue vendido a las fuerzas estadounidenses, que lo trasladaron en avión a una prisión del aeropuerto de Kandahar, donde, según relató, un soldado en particular "me agarraba el pene con unas tijeras y decía que me lo cortaría". Su trato no mejoró en Guantánamo. Sometido sin tregua a abusos racistas, por el color de su piel, fue colgado de las muñecas en numerosas ocasiones, y también fue sometido a un régimen de técnicas "mejoradas" para prepararlo para los interrogatorios -incluida la privación prolongada del sueño, el aislamiento prolongado y el uso de posturas dolorosas de tensión- que constituyen claramente tortura. Como consecuencia de estos y otros malos tratos, incluidas las palizas que le propinaba periódicamente el cuerpo de guardia encargado de reprimir incluso las infracciones más leves de las normas, El-Gharani ha caído en una profunda depresión y ha intentado suicidarse en varias ocasiones.

En enero, más de siete años después de su captura inicial, El-Gharani vio por fin su caso revisado en un tribunal estadounidense, tras la decisión del Corte Suprema, en junio de 2008, de que los presos tenían derechos de habeas corpus; en otras palabras, el derecho a preguntar a un tribunal por qué estaban detenidos. El juez Richard Leon, que en noviembre había admitido a trámite las peticiones de hábeas corpus de cinco presos argelinos, dictaminando que el gobierno no había podido demostrar la existencia de un caso contra ellos, fue, en todo caso, aún más desdeñoso con las reclamaciones contra El-Gharani.

En su petición de hábeas corpus, El-Gharani insistió, como había hecho durante toda su detención, en que "viajó a Pakistán desde Arabia Saudí a la edad de 14 años para escapar de la discriminación contra los chadianos en ese país, adquirir conocimientos informáticos y de inglés, y labrarse una vida mejor", y que "permaneció allí hasta su detención",", aunque el gobierno afirmó que "llegó a Afganistán en algún momento no especificado de 2001" y que "formaba parte o apoyaba a las fuerzas talibanes o de Al Qaeda", por diversas razones, entre ellas que recibió entrenamiento militar en un campo de entrenamiento militar afiliado a Al Qaeda, que luchó contra las fuerzas estadounidenses y aliadas en la batalla de Tora Bora y que era miembro de una célula de Al Qaeda con sede en Londres.

Observando que las supuestas pruebas del Gobierno contra El-Gharani consistían en declaraciones realizadas por otros dos presos de Guantánamo y que, además, estas declaraciones eran "exclusivas o conjuntamente las únicas pruebas ofrecidas por el Gobierno para fundamentar la mayoría de sus alegaciones", el juez Leon declaró que "la credibilidad y fiabilidad de los detenidos en los que se basa el Gobierno han sido puestas en duda directamente por el personal del Gobierno o han sido calificadas por el personal del Gobierno como socavadas", y desestimó todas las alegaciones del Gobierno,"El juez Leon declaró que "la credibilidad y fiabilidad de los detenidos en los que se basa el Gobierno han sido directamente cuestionadas por el personal del Gobierno o han sido calificadas por el personal del Gobierno de debilitadas", y desestimó todas las alegaciones, reservándose una crítica especial para la afirmación de que El-Gharani había sido miembro de una célula de Al Qaeda con sede en Londres.

Como escribí en enero,

    Y, por último, desestimando la alegación de que El-Gharani era miembro de una célula de Al Qaeda en Londres en 1998, Leon explicó que el Gobierno "se basaba exclusivamente en las declaraciones del detenido cuya fiabilidad se ha descrito anteriormente como socavada." Se trataba, en efecto, de una acusación de lo más extraordinaria, ya que El-Gharani sólo tenía 11 años en aquel momento y, como explicó su abogado, Clive Stafford Smith, en su libro The Eight O'Clock Ferry to the Windward Side: Seeking Justice In Guantánamo Bay, "debió de ser transportado a las reuniones de Al Qaeda por la nave Enterprise, ya que nunca salió de Arabia Saudita por medios convencionales".

    El veredicto de León fue ligeramente menos pintoresco, pero no menos devastador. "Dejando a un lado las preguntas obvias y sin respuesta sobre cómo un menor saudí de una familia muy pobre podría haberse convertido en miembro de una célula con sede en Londres", escribió, "el Gobierno simplemente no aporta ninguna prueba que corrobore estas declaraciones que considera fiables de un compañero detenido, cuya base de conocimiento es -en el mejor de los casos- desconocida."

A pesar de esta victoria judicial tan esperada, el sufrimiento de El-Gharani en Guantánamo no llegó a su fin. En abril, se le permitió por fin llamar a uno de sus familiares en Chad, pero aprovechó la oportunidad para llamar en su lugar a la emisora árabe Al Yazira, a la que contó, como describió Reuters, que "había sido golpeado con porras y le habían lanzado gases lacrimógenos un grupo de seis soldados que llevaban equipos de protección y cascos tras negarse a salir de su celda". Explicó: "Este trato comenzó unos 20 días antes de que Obama llegara al poder, y desde entonces lo he sufrido casi todos los días", y añadió: "Desde que Obama asumió el poder no nos ha demostrado que nada vaya a cambiar."

El regreso de El-Gharani a Chad no está exento de problemas. Actualmente está retenido por los servicios de seguridad, aunque éstos han recalcado a sus abogados que se trata de una mera formalidad y que comprenden perfectamente los horrores por los que ha pasado. Más preocupante aún es el hecho de que, aunque tiene familia extensa en Chad que se ocupará de él, no puede reunirse con sus padres, porque viven en Arabia Saudí. Se espera que representantes de Reprieve viajen a Chad este fin de semana para ayudar en su rehabilitación, pero mientras tanto El-Gharani sólo ha dicho que, por supuesto, está encantado de ser libre, y que está deseando emprender estudios para compensar los años y las oportunidades perdidos mientras estuvo recluido en Guantánamo.

Como me explicó Zachary Katznelson, director jurídico de Reprieve, en una conversación telefónica mantenida esta tarde, "Reprieve está encantada de que, tras siete largos años de encarcelamiento injusto e ilegal, Mohammed haya salido por fin de Guantánamo. Un juez federal examinó su caso en enero y concluyó que nunca hubo motivos válidos para retenerlo. Debería haber sido puesto en libertad hace mucho tiempo, pero nos alegramos de que por fin se haya hecho justicia".


 

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